miércoles, 22 de abril de 2009

Zanahoria y garrote

La violencia urbana tiene muchas causas y es iluso pensar en controlarla atacando únicamente una de ellas.

Del debate realizado la semana pasada en el Concejo sobre la modificación de la hora zanahoria quedaron algunas cosas claras. Quedó claro que si bien el número de homicidios (expresión máxima de la criminalidad) disminuyó el año pasado, la disminución se debió de manera exclusiva al efecto del primer semestre por cuanto en TODOS los meses del segundo se observó un aumento comparativo. Dicho en términos coloquiales Cali ganó el 2008, a pesar haber perdido el segundo semestre.

Quedó claro también que la tendencia al aumento de homicidios del segundo semestre se continúa en éste año. Según los datos del propio Observatorio Social de Cali, en los primeros tres meses tuvimos 75 homicidios más que en el año anterior, muertes que se concentraron principalmente en las horas de la madrugada del domingo y del viernes en la noche. Cuando las muertes ocurren en la noche y especialmente en los fines de semana, es lógico pensar que éstas se deban a consumo de alcohol. Esto fue ratificado por Medicina Legal, al certificar que efectivamente se encontraron elevados niveles de alcohol en gran porcentaje de las víctimas. Puesto que en julio de 2008, la Administración Municipal, acogiendo la petición del gremio de empresarios de la noche, amplió en una hora la Ley Zanahoria y a partir de ese momento comenzaron a elevarse los homicidios, es lógico y consecuente que la misma Administración haya reversado su decisión.
El alcohol es un potente agente sicotrópico que tiene efectos similares a los de la cocaína, aunque su consumo sea legal y estimulado oficialmente, como lo hace el Gobernador del Valle en un comercial de radio, su consumo elevado o compulsivo, -cinco tragos o más en una hora- está demostrado que se asocia con comportamientos conflictivos y de violencia. Por tanto, tratar de disminuir su abuso hace bien a la sociedad.
La justificación de reducir la hora zanahoria se basa en la presunción de que al tener menos tiempo para beber el consumo de alcohol se disminuye. Ahora bien, si por falta de control de la Secretaría de Gobierno y de la Policía o si el consumo se desplaza a municipios vecinos, reducir una hora no tiene efecto. Si Cali decretara ley seca durante las 24 horas, pero por falta de control, el consumo no disminuyera, no se habría hecho nada. Las medidas represivas —que llamamos de ”garrote”—, como la disminución del horario o el control de los bares improvisados en los andenes o de la venta en las estaciones de gasolina y otros sitios, son eficaces como medidas de choque, pero no resuelven el problema de fondo.
Menciono algunas medidas adicionales indispensables, a título de ejemplo: apoyo económico y social a las labores de la Policía y la justicia; educación ciudadana en tolerancia y en los efectos nocivos de la violencia intrafamiliar; programas para ofrecer a jóvenes vulnerables, que son a la vez víctimas y victimarios, educación y oportunidades de inserción social; inversión social masiva para mejorar el entorno de las comunas más afectadas –en cinco comunas está la mitad de todo el aumento observado de la violencia en el primer trimestre-.
La violencia urbana tiene muchas causas y es iluso pensar en controlarla atacando únicamente una de ellas, como es endureciendo la Ley Zanahoria. El conjunto de las intervenciones necesarias para controlarla deberían estar bajo una política pública de seguridad que, desafortunadamente, no existe en Cali.

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